El huerto del Almanzor
En el único árbol,
un limonero ya señor,
canta un ruiseñor
con ilusión.
El viento se ha detenido,
escucha su canción,
el Sol y la Luna, con presunción,
afilan sus oídos.
Los surcos se enderezan
con religiosa emoción;
Prestan atención
raíces y plantas nacidas con presteza.
La tierra se remira,
se abre la
plantación,
la cosecha entera, como premonición,
a coro siguen la
música que no se pira.
La tarde se anuncia
en el silencio del patio,
quieta se queda en el atrio,
su propio oído se pronuncia.
Por el enamorado corazón,
hasta las tórtolas callan
para escuchar su voz y estallan
el dulce canto sin parangón.
El infantil bullicio
se frena alrededor,
pero la piel de canela color,
- tunante nada ficticio-
Espantar quiere al cantor;
éste resiste aspavientos,
firme en su intento,
y ni gritos ni aplausos ahuyentan su fervor.
Reanuda su concierto
acallando toda oposición
la luz sigue cauta cada renglón,
el cielo disfruta su azul abierto.
En el huerto del colegio,
nuestro querido Almanzor,
el canto supremo del ruiseñor
es todo un privilegio.
¡El respeto y los oídos atentos
los bendiga Dios,
los carentes de imaginación
son, sin remordimientos, malos pensamientos!
Las luces apagadas de la noche
se mantienen perversas,
no encienden sus fuerzas
mientras triunfe tal
derroche.
El tiempo distraído
se ciñe al cálido sonido
que inunda el espacio pretendido,
el artista se recrea nada reprimido.
En el árbol dormita,
todo su repertorio,
como gran Tenorio,
su trino cita.
Y, cuando lo necesita,
se marcha sin prisa
en vuelo hacia el Sol que precisa:
¡ha cumplido su misión preciosista!
Composición
Lo primero, pensar
con ilusión
la siembra cariñosa
de tanta cosa
y con tanto amor:
En el surco primero,
remolacha se plantó con esmero;
en el segundo
espinacas
más gordas que
flacas;
en el tercero
colirábanos
con mimosas manos;
brócolis en el
cuarto,
mar
verde sin esparto ;
romanescu en el
quinto
protegido con ahínco;
en el sexto ajos
que no pican los
grajos
ni otros pájaros
pues crecen también
bajo tierra
escondidos con surcos como sierras.
Se acerca la cosecha
De la huerta tan
derecha.
Los niños se alegran
y palmotean
Al sentir su ilusión
satisfecha.
La fiesta se alienta,
reparte la realidad
hecha.
¡Todos a disfrutar
con ella!
Son seis,
Así como lo veis,
Surcos arañados a la
arena
Que nos da contenta
Alegrías sin penas.
Todos participaron
En el esfuerzo
realizado
Ahora están entusiasmados
Por el premio
cosechado.
No olvidemos las
fresas
Sabrosas y frescas,
Ni la hierbabuena
Que también merecen
la pena.
En el rincón pausado
Sigue entusiasmado
El único árbol:
Un limonero
enamorado.
Hierbabuena
Del huerto del Almanzor
hierbabuena la niña cogió,
a la clase la trajo sin dilación
inundando el aire con fervor.
Con su cantinela,
de la planta se prendió
pues era agradable su olor
y dejaba estela.
El espacio se inundó
del verde, verde canción;
Ramitas claras y devoción.
La niña se la acerca sin temor,
evadida del reloj,
a la carita que Dios le dio.
Luis Carlos Olea Calderón
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